Relectura
Me miré en la ventana sin que me diera verguenza usarla como espejo. Después de todo, todos lo hacemos. Dije que no estaba nada mal, que tenía aire de persona determinada. Sonreí. Seguí caminando. Mientras me acercaba al edificio de la universidad donde enseño, me dí cuenta de que las veredas que fervientemente dibujaba acompasado hacia mis clases de inglés en la adolescencia--esas que eran distintas a las que ya no me abrirían paso hacia el predio de un club de fútbol, donde los muchachones debatían habilidades y orgullos--son las mismas que sigo transitando. El amor de las letras inglesas, aunque vilipendiado a veces por los que me rodean, permanece.