Esbozo de revelación
A vos te inflijo, lector/a que pronto te verás en la obligación de agolparte en la puerta de salida de este blog, unas pocas líneas que han de abrir el ensayo que compartiré en un seminario de literatura. De ahí lo bizarro de las palabras anteriores y de las que siguen. Mis disculpas, desde ya.
Revestido de Copyright, dice:
SPAN 574: Religión y novela en la narrativa hispanoamericana
El espacio sagrado en Museo de la novela de la Eterna
Pasajera en trance, pasajera en tránsito perpetuo.
Carlos García
Insalubre abnegación la de creerle a Macedonio Fernández. Sosegadora virtud la de ser un lector salteado tan saltarín que saltea entero el Museo de la novela de la Eterna (1967). Idolátrico pasatiempo el de (re)leer los ecos de su legendaria conversación y pensamiento, aminorados ya en renglones. Habiendo sobrevivido mi peregrinaje por los cincuenta y dos prólogos y por la novela (donde sea que ésta empiece), les confieso aquí algunas contritas consideraciones acerca de la doctrina novelística macedoniana, que tan desprovisto de cordura discursiva y fanático del estilo dilatorio me ha dejado. Es sabido que tal dogma se profesa predominantemente en el Museo, y la deliberada puntualidad de su naturaleza proyectiva se evidencia en que “Macedonio empieza a escribir el Museo en 1904 y trabaja en el libro hasta su muerte” (Piglia 34), en 1952.