domingo, abril 23, 2006

Wordswortheando

Hoy hablé un rato acerca de la vida y reparé en que de vez en cuando es placentero ser Wordsworth y revisitar un momento ya sin la emoción desnuda primal y en cambio con el deleite de la experiencia que lo medita. Mirar hacia atrás puede llegar a revelar heridas que no hubieran debido ser tales, solo la ilusión de un sufrimiento artificial (pero qué real se sentía...) que era por desconocimiento de lo que vendría. Dada la vaguedad de lo afirmado, digo que el exilio voluntario es enriquecedor, la prueba de fuego que regala oro refinado. Nada sustancial perdemos en la partida. Lo que le pertenece al corazón está destinado al hermoso privilegio de ser irreprochablemente luminoso.

Y sí, parto de la premisa de que ha habido momentos luminosos en mi vida.